"La droga me dio todo y me sacó todo". "Es cuestión de esperar".
Hablan los consumidores
Un potencial proyecto de muerte en el marco de un tejido social desintegrado en donde el oportunismo le baja el precio a los efectos negativos de la marihuana y le sube el precio al romance de su uso.
El fetiche del consumo adulto como argumento de legalización de la muerte
Solo cambia la estética, la degradación es la misma.
La conversación es con distintos actores en diversos contextos. Porque la droga no está solo en los sectores vulnerables. La droga está en todo lugar que haya vulnerabilidad.
¿Qué es la droga Eva? "La pasión por la oscuridad". "El desenfado, la desinhibición", agrega Carla. Quién a su vez me cuenta que para tener relaciones sexuales ella se toma una pastilla que la transporta y la hace trascender sus inseguridades estéticas.
El almacenamiento de conocimiento no siempre es suficiente para enfrentarse a la realidad territorial. Al testimonio cruel. A una construcción subjetiva que no compartimos pero con la cual debemos empatizar para poder aproximarnos a un entendimiento.
El trabajo de campo también impone su dinámica y las realidades tienen tonos y matices. Realidades que son historias de vida en donde el individuo atraviesa un proceso que pasa de la degustación por imitación a la condena de la adicción. Una condena que atraviesa por distintos estadios. Que se nutre de diversos componentes. Que aniquila. Que somete.
O un proceso que parte de una patología de base y conduce al consumo.
"Mi primer contacto con la droga fue la cocaína. No estaba mal o al menos eso creía. Lo hice para probar. Pensando que era un toque y chau. Pero el contacto se hizo casi diario. Y estaba todo el día puesto. Quise salir pero también me quería quedar. Y un día me vi solo. La persona con la que entré había muerto de sobredosis. Y mi familia ya no era familia. Me rescaté porque dejé que me rescataran. Llevo 10 años limpio. Los cuento todos los días. Y aún así, hay un miedo a volver".
La voz de Francisco. Un joven que hoy tiene 34 años. Ingresó al mundo del consumo casi a los 20. Estuvo 4 años forjando su propia muerte y lo despertó la muerte de su par.
"Yo voy a seguir. No me quiero ir de acá. Acá es mi lugar seguro. A mí la droga no me reclama", cuenta Sofia.
Sofia tiene 25 años. Se percibe co-adicta. Su voz es temblorosa. Sofia dice que la cocaína es la única "amiga" que no la va a traicionar.
Sofia es parte de una estructura que encuentra en la droga la canalización de la inseguridades físicas, como Carla. Empezó tomando anfetaminas a los 17 porque le decían "gorda".
Me muestra sus fotos de aquella época y solo veo una adolescente bella. Marcada en sus curvas.
Sofia es alta. Y le decían "grandota". La etiquetaban y en esa etiqueta la condicionaban. Y esa condición la empujó al desborde.
"No quería ponerme nada que no me cubriera toda la piel. Perdí mi menstruación con las anfetaminas. Me alejé de todo. Me quedé con la blanca y de vez en cuando alguna pastilla. Sin importar si estaba gorda, flaca, peluda". "Yo consumo cuando quiero". "Y lo hago cuando pienso en acercarme a alguien o cuando alguien se me acerca".
"Tengo fobias". "Pero lo manejo".
Las voces de la droga atraviesan. Te interpelan. La droga nos muestra un fracaso colectivo. No haber sabido contener. No haber tendido lazos de solidaridad. No haber educado. No haber frenado.
El acoso escolar y la falta de herramientas de contención.
No haber pensado en la norma. No haber configurado y gestionado políticas públicas. No distinguir que no es lo mismo que un diagnóstico de base lleve a un sujeto al consumo que el consumo abra paso a una patología.
La distorsión de conceptos que también alteró y altera los tratamientos requirieron de anomia.
"Mi prima se murió fumando marihuana. No es que la marihuana la mató. Qué se yo... La mató todo lo demás con lo que se dio. Y un día estábamos fumando y se quedó. Con el tiempo me di cuenta que ninguna sustancia es joda. Todas tienen lo suyo".
Soledad tenía 46 años. Martín tiene 40. "Yo solo fumo marihuana porque me relaja pero cuando pasó lo de mi prima.... no sé. Viste cómo es... pensás que no fue el cannabis pero que se yo... Sé de mucha gente con ingresos por efectos malos de la marihuana".
El clima romántico de la marihuana se desvanece.
El consumo adulto ficciona un verso.
La planta milenaria no es la panacea. La planta milenaria no genera una atmósfera de salud mental sino más bien una falsa calma que busca más. No obstante, sus defensores exclaman las propiedades como paliativo para enfermedades. Utilizan enfermedades preexistentes para legitimar una cultura falopera que quiere diferenciar a la marihuana de drogas catalogadas como más duras cuando en realidad el deterioro del lóbulo frontal es solo una cuestión de tiempo.
"Me da vergüenza cuando escucho la utilización de la marihuana para plantear la legalización de las drogas. Me da vergüenza e impotencia porque me doy cuenta que no entendieron que la droga es una basura. No importa la edad que tengas y cómo la consumas.
Yo pude salir pero no sabes la cantidad de chicos y chicas que se quedaron y los que ya no la cuentan...".
Nacho tiene 41 años, una posición cómoda y recursos que otros no tienen, no tuvieron y si todo se sigue así no tendrán.
Generaciones perdidas en la droga.
"Desde los 12 años que tomo cerveza, fumo desde los 14 y a los 15 ya empecé a darle a lo que de", me cuenta Diego en el banco de una plaza.
"Estoy quemado", me dice. "Mírame ¿Cuántos años pensás que tengo?". Nuestras miradas se cruzan. Sabía que era mucho más joven de lo que aparentaba.
Diego tiene 36 años. Más de la mitad de su vida en contacto con sustancias psicoactivas que legales e ilegales le aniquilaron su organismo.
"Tengo dos casas. La calle y la droga". "No salgo más".
La voz de Diego te impacta. Es ronca. Dura. Sus ojos no tienen brillo. "La droga me dio todo y me sacó todo". "Es cuestión de esperar".
El verbo tener representa la nada en el mundo de la opacidad de la droga. Un oxímoron cínico.
El potencial proyecto de muerte envuelve. Se desprende de cada testimonio. Asumido, sin asumir. Con jactancia del que cree entrar y salir. Con el dolor del que se quedó.
Con la tristeza de los que vieron morir.
“Con esa dosis también ingresa el demonio”. “Vos contemplas el deterioro de los otros mientras vos también te caes pero no lo queres ver”. Octavio lleva varias entradas y salidas de centros de tratamiento. “La junta es terrible. Vos no podes volver al lugar donde te hiciste mierda”.
"Por una dosis de paco vendí mi virginidad", relata Silvina. Quien pertenece al universo de consumidores, como ella dice, que la puede contar.
"Por una raya de merca salí a robar, me metieron en cana y salí peor. Drogón y ladrón como me dice mi vieja". Luca forma parte de esa línea delgada de la potencialidad. La que puede convertir al consumidor en un delincuente culposo o no.
Las voces de la droga no deben sectorizarse. La droga revolotea hasta que encuentra.
Sus miserias quedan más o menos expuestas.
Cambian las condiciones. En algunos casos la calidad de la sustancia. El marco "festivo" podrá ser tan miserable o ficticiamente ornamentado.
La droga es ese instrumento de seducción que encierra perversión y extorsión.
Un camino a desandar con los desafíos de los miedos y la ansiedad. De la adicción. De la práctica compulsiva que por momentos se entrelaza con la obsesión.
"Cuando me quise correr armé una reunión de despedida. Una loca. Un pibe trajo heroína y me dije: "con esto me despido". Soy esto ves. Nada", concluyó Ayelén.





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