"A nosotros nos persigue más la muerte que la yuta", la frase que dispara el "suicidio" anómico del narcotraficante en el marco del fetichismo de la guerra contra el narco mientras las paredes y los cuerpos son el relato de la historia.
Muros altos, paredes bajas. Casas alrededor.
Cementerios "profanados". La transformación de la paz y el luto en un engranaje brutal. Poder, cultura y economía criminal.
Nos vamos de viaje. El trabajo de campo nos impone territorios. Paisajes, en ocasiones, tétricos.
Faltan algunos pequeños floreros y algunas chapas en los nichos. Las improvisadas cruces de madera sufrieron las consecuencias de una noche de "transa" y consumo. Hay banderines de clubes de fútbol.
Se escuchan pasos apresurados. Es la hora de la siesta. El narcotráfico, en su expresión narcomenudista, nos revela los problemas estructurales de una sociedad impactando en el tejido social, cultural y económico.
En algún rincón se observa una pequeña olla de consumo. En otro sector, donde hay una bóveda abandonada, un improvisado punto de venta de drogas.
Del lado de adentro hay escritos en el muro. Del lado de afuera también. Son los grafitis de una historia narcocriminal escrita y consagrada.
"La paz exorcizada"
En las paredes está el relato del tiempo. El poder de la organización. Su territorio. Sus pases. Sus ajustes de cuentas. Sus mercados. Tus muertos. La paredes tienen las mismas lágrimas que la piel.
El relato que comenzó en la familia tergiversada y/o en la imitación por construir un sentimiento de pertenencia. El grupo como manifestación de poder.
Las redes delictivas utilizan el cementerio para hacer pequeñas ventas al menudeo, dirimir disputas y acordar territorio. En países como México, especialmente en Sinaloa, para la construcción de fosas comunes.
Otros floreros no tienen agua. Tienen estupefacientes. Pequeños recipientes para el almacenaje en un escenario tan tétrico como pintorescamente distorsionado.
Huele a muerte. A venganza.
Huele a adrenalina.
No hay religiosidad que valga. Menos aún respeto por el dolor. La paz en el cementerio fue "exorcizada".
El dolor solo es el propio. La religiosidad es la que ellos mismos construyeron. Se oyen pasos. Susurros. El viento hace repiquetear una diminuta cadena en la puerta de una bóveda abandonada.
"Los muertos no ven, no escuchan, no hablan", dice un narcomenudista pasado de consumo y agrega: "un lugar seguro para los cagones que se inician y no se animan a hacer la transa en la calle o venir al punto".
El narco no registra empatía por el otro no referente. Le abre al consumidor el camino de la muerte. Escribe su historia entre los muertos, entre tus muertos, entre mis muertos. Al mismo tiempo que sabe que ese será su destino. Una cuestión de tic, tac, tic, tac.
El relato en las paredes
Una serpiente envuelve una espada y los cuatro puntos que rodean a otro punto se repiten. Todo significa "muerte a la policía".
Una hoja de marihuana dibujada en la pared de una casa de al lado. Una nena de 4 años con dos colitas en su cabello y la boca con restos de chocolate me pregunta: ¿por qué saca foto? La miro y me mira. Y antes que le responda me dice: "es la marijuana que fuma mi papá".
El fin de la efímera inocencia de los hijos de la droga. Testigos oculares del siniestro anticipado. La paredes derraman sangre. Hay una gota roja. Son los muertos de su padre. Los de la misma red. Aquellos que también tiene tatuados en su brazo para no olvidar la venganza.
Desde la llamada "droga santa", inhabilitada para ser cortada porque cuyo corte representa el crimen de su pureza, hasta la despedida a tiros de los asesinados y el Santo Narco. Al que se lo venera por ocupar el lugar del estado ido.
Un cortejo de balas. Una canción.
La sociología de la muerte como fenómeno socio cultural en esa percepción de desigualdad en los ámbitos estigmatizados.
Pulsión de muerte. Tánatos en el marco de rituales de homenajes y agradecimientos. Honrar al criminal asesinado como una nueva promesa de muerte. Ley del talión hasta la ceguera.
Una despedida alegre en el oxímoron de la barbarie. Casi como un dato de color.
El panóptico criminal
El cementerio es el lugar elegido, en varias ocasiones, para sentar las bases de la tregua. Del reparto. O de ambas cosas. Aquí aplica Michel Foucault y el panóptico.
No habrá un sistema constante de vigilancia pero sí acuerdos en los que yace la vigilancia en términos de potencialidad. Redes narcocriminales vigilantes entre sí.
Que los acuerdos se respeten para volver a emerger.
Un poder disciplinario establecido cuando es necesario que el narco pase a su instancia de implosión. Autocontrolarse bajo la internalización de la vigilancia institucional requiere de una mesa de diálogo criminal para poder emerger estoico en la instancia de la explosión.
Un panóptico subterráneo entre bandas. Un panóptico en la superficie mirando las bandas. Esa es la dinámica. Una dinámica que impuso la reactividad en el fetichismo de la lucha contra el narcotráfico.
La lucha que no es más que la regulación del caos que entrega generaciones a cambio de cuánticos kilos de falopa pisoteada. Que omite las paredes. Guías coloridas del demonio barrial.
Entre tus muertos el narco se explaya.
"Estamos donde vamos a terminar", dice el consumidor que ingresó al mundo comercial de la droga para comprar más droga. “Esto es un suicidio. En mi caso y por ahora, lento”, agrega.
El suicidio en vida que el sociólogo Émile Durkheim podría haber adaptado al universo del narcocrimen. Entre oferta y demanda. Ese suicidio pensado más allá de lo individual. Más bien como un fenómeno social.
La droga como proyecto de muerte espera al consumidor enlazado al "suicidio" anómico del narcotraficante en el marco de sociedades degradadas. Desintegradas frente a la falta de normas que generan situaciones de crisis que generan desorientación y desesperanza. Un clima de impunidad. De ley selectiva. De mirada acomodaticia.
Por eso, nadie más que el consumidor para revelar la desactualización de los tratamientos frente a las nuevas drogas y la entrega del individuo a las mismas. Nadie más que el narcotraficante para mostrarte que el sistema de lucha no es más que una falacia que opera a su favor.
FIN
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