La extorsión como regla, la no
prioridad de la seguridad, la entrega de la sociedad a la criminalidad al no
luchar contra el narcomenudeo.
El enclave Rosario se convirtió en un
territorio de anomia hasta para despuntar el vicio de matar.
La banalización de la inseguridad en
slogans fortalece al tejido delictivo al dejar en evidencia la nada que tiene
enfrente.
Para la criminalidad operativa e
investigativa, en Santa Fe, no hay un gobierno que enfrente la inseguridad.
Pues todo lo contrario. Hay un Gobierno de Utilería que no acompaña a la
justicia con un programa ni de seguridad, ni de lucha contra el narcomenudeo.
Una estructura gubernamental que no se hace cargo de la degradación a la que
asisten los barrios tomados por la droga. Que no avanza sobre el sistema
penitenciario que es una extensión de la Narcocriminalidad callejera y que no
comprende que la droga es un medio y un eslabón para la actividad delictiva en
general.
Según fuentes de la investigación, la
lectura de la delincuencia es: “la inseguridad como decisión
política” por omisión e impericias.
El Gobierno de Omar Perotti, quien
desperdició una oportunidad política histórica, destrozó en dos años lo que se
hizo en cuatro (Gestión Lifschitz/Pullaro) y llevó a la provincia a un
retroceso de antología en materia de Narcocrimen de siete años. Un retroceso con
valores agregados propios de las mutaciones delictivas, del despertar de las
bandas adormecidas, de la configuración de nuevas bandas, de la activación de
las redes 2.0, de la apertura a nuevos mercados. Y del brutal corrimiento del
derramamiento de sangre más allá del universo narco.
Sucede que el enclave Rosario se
convirtió en un territorio de anomia hasta para despuntar el vicio de matar.
Sin "códigos", el delito se apropió de la
ciudad puerto en forma tentacular. Los criminales se constituyeron en el
epicentro de las escenas de la vida cotidiana. Son una especie de panóptico
observador alimentado por las declaraciones, siempre desafortunadas, del gabinete
de Perotti. El gobernador que pasará a la historia por cosechar cadáveres. Eso
sí, bajo el cinismo estoico de campaña de “paz y orden”.
Y “la paz y el orden” se constituyeron,
pero para la criminalidad. Esa que puede operar sin resistencia. Que apenas se
la corre con reactividad.
Marcos Corach, soldado del gobernador,
y Ministro de Gestión Pública, tiene una disociación teatral entre la realidad
y el imaginario de la gestión.
Seguramente este no es el gobierno que
hubiesen querido. Sí es el que forjaron. Y los cambios en el Ministerio de
Seguridad no son más que parches. Los criminales ya les tomaron en el tiempo.
También a Nación.
El trabajo a "destajo" que
califica Aníbal Fernández desde la quinta cartera consecutiva rifada en
seguridad, no tiene reflejo de vida sino de muerte.
El silencio sería aunque sea mostrar
respeto ante una realidad que los excede. Tal vez, una señal pudorosa de autocrítica.
Por su parte, Brilloni, como nuevo
secretario de seguridad pública de la provincia, tiene que remar con la
incapacidad meritoria del ministro de seguridad Lagna. Brilloni, a su vez,
tendrá el desafío de mostrar un poco de seriedad en el circo ministerial.
La escupidera de gendarmes ya no corre
la aguja.
Gendarmería, desde el año 2016 a la
fecha, inició un proceso de desgaste que permitió un incremento en sus protones
desviados. La fuerza federal sin corrupción estructural, aunque con espectros
que la persiguen por haberle dado poder de Gobierno en la gestión de Cambiemos,
está agotada. Molesta.
Su uso y abuso generó, y genera
incomodidad. Lícita sensación de desperdicio.
Un gendarme por las dudas, no es una
política de seguridad. Pasaron de ser reguladores de muertos por sola
presencia, a ser espectadores de la sangre.
Gendarmería en la urbanidad de la
región centro, ya no es lo que era. Los gendarmes saben, que sin estrategia y
reconocimiento territorial previo, su arribo a los grandes centros urbanos es
para constar. Y que ese constatar, le cuesta a la seguridad de fronteras y
otras jurisdicciones federales.
Es decir, si
no se trabaja la seguridad de fronteras, se entrega la seguridad interior. Si
no se trabaja sobre los barrios se los entrega al Narcomenudeo.
Las impericias y la abulia habilitan la cadena de
entregas. Deben forjar un programa proactivo y complementario contra el Narco.
No más parches. No más "vamos viendo".
Un detalle no menor es que el jefe del Comando Unificado que coordinará tareas y operativos de seguridad en Rosario, y coordinará las acciones de los gendarmes que Nación enviará a la ciudad se encuentra mencionado en una causa por narcotráfico en la Justicia Federal de Orán. Se trata de Ricardo Castillo.
Rosario no necesita de más policías.
Más policías no implican más seguridad. Menos cuando hay muchas fuerzas
deambulando y todas en contradicción por la falta de conducción política
provincial y nacional. Pablo Javkin, el intendente del territorio bárbaro, debiese saberlo.
Enclave Rosario
Conforme a la investigación, la mayor cantidad de armas se concentra el Rosario. Casi, el 60%. El tráfico de armas es una de las vertientes del crimen organizado que ganó territorio en la región centro del país. Especialmente en sus enclaves.
En Rosario trabajan
con la cocaína colombiana y peruana. El mercado sintético creció en los
últimos 6 meses y su ingreso al país crece por la hidrovía. El resto, fabricación
local pequeña por la facilidad al momento de conseguir precursores.
Se contratan
“sicarios” a partir de los 3000 pesos en la ciudad “Acá
salís a matar hasta para que no te corten el teléfono celular”. El monto para matar depende de la banda que
pida los servicios, de quién sea el objetivo, de las dificultades que se puedan
presentar y de la negociación de la protección.
Se estima que solo
en Rosario hay aproximadamente 600 puntos de venta de drogas. 450 son fijos. El
resto tienen una frecuencia de tiempo activo en un mismo lugar no superior a
los 10 días. Las estructuras de venta de drogas que predominan son los puntos
de venta de drogas, y los expendios armados (donde hay acopio de sustancia y
algunas armas). Sigue la venta al Menudeo en modalidad dealer. Y por último, la
Fortaleza. Allí, además de acopio, hay elaboración narcótica.
Habrá
alrededor de 10 estructuras de éste tipo que no se extienden porque son de
mayor visibilidad. Y las redes 2.0 no ostentan poder escenográfico
sino operativo.
En relación a los
búnkers, es una ingeniería criminal que se fue disolviendo. Conforme a la investigación, en todo el enclave quedan no más de 20 estructuras con esas características de encierro y
venta. Tampoco se configuran reales niños soldados.
Los hijos de la
droga prefieren más mano de obra y menos calidad. Es que la construcción del
niño soldado es sofisticada con génesis de adoctrinamiento internacional.
Epílogo abierto
Esta es, sin más, la
construcción actual de Santa Fe. Donde Omar Perotti, Marcelo Saín y Jorge Lagna son una
anécdota para los delincuentes y una desgracia para el tejido social.
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