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Bukele se consagra, mareros se retuercen

El triunfo legislativo de
Nuevas Ideas consolidaría no solo el perfil de Bukele, también el perfil
del país.
Mientras tanto, el sueño marero de la impunidad, se diluye en el
empalagoso romanticismo de la oposición.
El Salvador, a esta hora, parece haber elegido continuar con
una línea de lucha contra la violencia con un triunfo, conforme a analistas de dicho país, contundente. Aunque aún se aguardan los resultados definitivos bajo el espectro persecutorio del "fraude".
Salvadoreños parecen continuar la apuesta contra una matriz subterránea delictiva forjada por décadas por las distintas administraciones que convirtieron a la
sociedad en rehén de la criminalidad bajo velo.
Porque durante años, en El Salvador, la violencia de los
mareros fue explicada desde la emergencia de la pobreza y marginalidad. Jamás
desde el área delictiva. Desde la construcción criminal como proyecto de poder.
Fluctuaron en el gatopardismo por amateurismo, mediocridad y
omisiones estratégicamente conniventes.
Enfrentarse a las maras representaba enfrentar al
Narcotráfico. Aunque también, a sectores que habían creado una atmósfera
romántica entorno a las pandillas que ya no eran pandillas.
Un reduccionismo que transformó el temor en terror. Un
reduccionismo funcional a la mutación delictiva de pandillas a maras. La
acumulación de poder en la fusión con otras organizaciones criminales
consolidadas, la ruptura con las mismas y la posterior construcción del propio poder. El
dominio de los barrios. De las calles. De los corredores de la droga. Los
dueños del Narcomenudeo.
Recursos mareros como nexos para el tráfico de
estupefacientes para abastecer el sinuoso triángulo norte, completado por
Honduras y Guatemala.
El Salvador ratifica, en las legislativas, al Presidente que
las Maras supieron conseguir, Bukele. (https://soclauraetcharren.blogspot.com/2020/04/bukele-el-presidente-que-los-mareros.html)
Un Presidente que sale de la tradición frente a un sistema de partidos agotado. Un sujeto particular que llegó al poder
para sentar las bases de la seguridad por encima de la anomia. Y que conjugó, como
pocos, redes sociales con reconocimiento territorial previo y de gestión.
Con algunos rasgos autárquicos y por momentos excedido en sus
facultades, Bukele es el terror de los mareros que supieron aterrorizar a un
país.
Logró, sin titubeos, cambiar los roles y los estados sociales. El terror
fue un boomerang territorial para el narco delito. Y limitó el accionar sanguinario en la cárceles con métodos poco ortodoxos.
Él y sus legisladores, representan el horror de los Derechos
Humanos distorsionados y pensados, únicamente, para la delincuencia.
Son el espanto para una izquierda confundida en su concepción.
Nuevas Ideas es el partido afianzado, entre otras cosas, por mérito de la
obvia y escandalizada oposición.
Un mandatario que se diferenció de sus antecesores por darle
a la población un escenario de mediana seguridad. De entendimiento. De claridad. Con la certeza de un camino largo sobre el cual hay que profundizar sobre el desarrollo humano integral y la seguridad ciudadana.
Un acompañamiento acabado que mucho tiene que ver con un
cambio cultural. Un cambio requerido por la sociedad, y claramente por el
aparato desintegrado.
El manejo de la pandemia, para muchos arbitrario, fue providencial para Bukele.
Desde su posición, trabajó para todos los sectores sociales y "blindó" al país, abriendo un abanico de críticas sin ideas superadoras. De hecho, dentro de la franja centroamericana,
El Salvador supo destacarse marcando una tendencia positiva en medio del
desastre enmarcado por el estado excepcional que impuso el Covid-19.
Con detractores y muchas veces operando contra sí mismo por
sus acciones, el Presidente de estilo casual se consagra a través de sus
legisladores. Muchos de ellos, lo siguen, como si fuese un líder carismático
del nuevo siglo. Y de esa forma explotan las redes. La cadena nacional, es un instrumento de debilidad donde la bajada de línea es una constante.
Sus máximo desafíos, lograr un diálogo local más aceitado y
una mayor apertura internacional.
Ocurre, que El Salvador, al igual que Nicaragua, y por
diversas razones, le muestra a Estados Unidos su fracaso en la lucha contra las
drogas. Osada manifestación que no es bien vista. Especialmente, en las
márgenes del simulacro de lucha que desconoce la epidemia de los opiáceos.
Esas diferencias repercuten en el escenario internacional
donde desea, con dificultad, insertarse.
Estas elecciones legislativas deberían
se aprovechadas, entre otras cosas, para llevar la política de Nuevas Ideas,
hasta el momento efectiva y con proyección positiva en el combate narco mara,
hacia otros lugares del desarrollo que padecen iguales condiciones criminales
en contextos de mayor opulencia aunque con igual degradación en el tejido
social.
Lograr un difícil pero posible equilibrio para no dilapidar
la confianza social, ya que los salvadoreños, en una amplia mayoría, han trabajado sobre la construcción subjetiva a medida de la obtención de respuestas con mirada proactiva.
Controlar los impulsos que son los que llevan al deterioro político.
Sin más, Nayib Bukele y sus legisladores, deben evitar la
potencial posibilidad de la autodevoración. La construcción amigo-enemigo interna. Prescindir de ciertos excesos funcionales a los medios y destructivos de la democracia.
Se trata, de que las vías internacionales
comprendan que sin un abordaje rígido, el destino salvadoreño hubiese estado
más cerca de un estado atravesado por el Narcotráfico, que de un estado que
lucha contra el Narcotráfico.
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