La mayor apertura que
tuvo Argentina en la última década, fue la apertura al
Narcotráfico. Importado, y
de formación local, los Narcos, aprovecharon el mercado.
La Inseguridad nos
atravesó y perforó. Esa perforación tiene, su máxima expresión, en
los habitantes que ya se arman, sin vacilaciones, para intentar combatir
el delito.
Para salvaguardarse
de la exposición que nos azota.
Somos testigos
trágicos de un país que experimenta una profunda parcialidad sobre el
valor
de la vida y una
estremecedora abulia frente a la muerte.
Se gestó, durante la
década del Simulacro Nac & Pop, una maquinaria de marginalidad abrumadora
que logró devaluar al sicariato mismo. Es que hoy, frente a la fatalidad
de la degradación humana, te mata cualquiera. Y la paga, en el peor de
los casos, es el Paco.
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Abundan los
supuestos. Tenemos un superávit de conceptos y consejos. De armados de teorías
y conglomerados de pensamientos asentados en el absolutismo de la verdad.
Lo académico
desborda, desenmascarando el déficit empírico dentro del campo de acción del
flagelo que conmueve, en todas las esferas, al mundo: EL NARCOTRÁFICO.
Esa problemática tan ausente en las escenas de la vida cotidiana familiar
y tan presente en el circuito de un mercado rentable que mueve importantes
sumas de dinero. Ocurre, que
el Narcotráfico, no puede ser pensado, solo en términos de sustancias. También
debe evaluarse desde el lavado de dinero; tráfico de armas; y trata de
personas. Tres instancias que son, a ciencia cierta, su verdadera génesis.
Se trata de un círculo acabado y
de alta complejidad. Una realidad con la cual se convive y a la cual, hay que
contener sin quimeras de Golpes o ficticios abolicionismos en el corto y mediano
plazo.
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"Un relato
Narco"
Una noche diferente, de
un día más.
Situados en el punto
más álgido de la Villa. En el barrio de Chacarita. En la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires. Reina esa calma que sólo genera zozobra y que transporta, en
segundos, a un Estado Naturaleza. A la espera de lo peor.
Se sienten pasos. Y
comienzan a divisarse los rostros que indican, a los vecinos rehenes, que
hay que liberar los pasillos. Que aquello que viene, en realidad, no viene. Y
que lo que se verá, en realidad, solo será, una ilusión óptica.
Todo deberá quedar,
secreto e inmóvil, entre los ladrillos testigos. Como una postal más de las
tantas que se guardan en las márgenes más oscuras de la Villa que crece ante
las miradas ausentes amparadas en "el se nos fue de las manos".
Se escucha, en la
fragor de la adrenalina, el grito de: "vamos, hay guardarse".
Es de madrugada. Igual,
la noche, aún acompaña.
Por la entrada
lateral de Fraga, se permite el ingreso de un automóvil cuyos
detalles se
reservan. La Banda Narco que lidera le da paso a la otra Banda Narco que viene
a marcar y disputar, desde una Villa del Bajo Flores, territorio.
La lucha entre las
Bandas Narcos locales fusionadas con los contingentes de Narcos peruanos, van
a "debatir" sus diferencias.
- Seguir con la
guerra por el dominio de Barrios.
- "Pactar"
la unidad para hacerle frente a los Narcos paraguayos fusionados con locales,
en la otra villa. En la zona de Lugano.
El ingreso que llega
desde el Bajo Flores es esperado al mismo tiempo que intempestivo y jactancioso.
No hay temores para los implicados. Se escucha: "Si es necesario, se
gatilla".
Mientras tanto, el
"Kiosquito", funcionaba a pleno. La caja no tiene excusas.
Un niño armado y
fornido cuidaba el "Kiosquito" por detrás. Y un hombre de alrededor
de 40 años, por delante. Cuidan el dinero. No la herramienta humada
descartable, que como autómata, realiza las ventas. Esa herramienta, es
reemplazable.
Alertas todos, en el
interior, al código de dos silbidos largos y uno corto. Llegaban ellos. Para
pactar o matar.
Una logística. Una
cultura del delito. Una pelea por el radio de operaciones del Narco Menudeo
entre Bandas de Narcos peruanos fusionados con Narcos locales.
Ambas Narco Villas
querían acotarse. Limitarse.
La del Bajo Flores,
gozaba con el oximoron del tiempo. La fuerza de la experiencia. Y la ingratitud
de ya estar, bajo el panóptico social, que etiqueta criminalidad.
La Villa de
Chacarita, en cambio, goza de la Anomia total. Ni siquiera, la misma, es
paseada por un sacerdote. Y se nutre, además, en el circuito Narco Delictivo,
de algunos pandilleros que complementan el escenario. Se trata de los
pandilleros que buscan ascender en la escala criminal, asentados en
algunas casas tomadas del Barrio vecino de Villa Ortúzar.
El clima sobrepasa la
tensión. ¿Qué hacer con la droga? ¿Qué hacer con las Bandas opuestas? ¿Qué
hacer con los de Villa Lugano que también van ir por ella?
¿Qué hacer con lo más
importante? El Dinero.
Sin acuerdos. Apenas
si sentía la articulación a priori de las armas.
Los más sacados, "los
quemaditos", como los llaman, querían masacrar a todos. No obstante, uno
de los Capos, paró la pelota.
"Acá tenemos que
acordar y si alguien tiene que morir, no seremos nosotros ni aquí adentro".
Nada se
escuchaba. El silencio, de pronto, tomaba por asalto. Hasta que algunas
corridas y el ruido de un motor que vorazmente freno, dio la pauta del arreglo.
Flores y Chacarita se
aliaron en la cadena de traiciones y fusiones con eslabones comparados y
diversos. Sujetos, más a los beneficios que a los costos.
La de Villa Lugano es
ahora, la zona a quebrantar. Y ganar.
"Pero que nadie mueva
en falso. No olviden que alguien, siempre, tiene que morir".