Vendedor de simulacros

León Arslanian y la insoportable negación de la realidad insegura que nos cobija.
Más Scioli, quien está por llegar.
El mandato y la patología
Frente a la demencial negación de los hechos intencionalmente convertidos en sensaciones, Arslanian termina su mandato en medio de un caos de violencia que profundiza la crisis de seguridad y agudiza el quiebre del tejido social.
Porque aunque diga que el estado de situación de la Provincia de Buenos Aires no es dramático, la realidad demuestra todo lo contrario.
Una realidad que es única y no inventada y estimulada como deja entrever en una muy buena entrevista que el periodista Jorge Fontevecchia le realizó para el diario Perfil del pasado domingo.
En esa misma nota y ante una pregunta referente al destino de aquellos policías que fueron apartados de la fuerza y su vínculo con el delito, Arslanian dijo; “Está claro que no es así, porque la experiencia nos muestra que de la cantidad de hechos que se vienen sucediendo, es ínfima la participación de personal sacado de la fuerza.”
Una afirmación errónea que responde a su tendencia sostenida a la patológica deformación del panorama callejero de la Provincia.
Un vendedor de ilusiones y simulacros que atravesó su mandato en medio de escándalos y un vertiginoso crecimiento de la inseguridad. Con lo cual, se pone de manifiesto su incapacidad en materia de gestión y la falta de criterio al momento de utilizar los recursos humanos disponibles. Además, claro está, del desconocimiento sobre problemáticas que nacieron en otros países del continente y que paulatinamente comenzaron a resonar en nuestro país, dejando de ser fenómenos alejados para convertirse, en el caso de las maras, en un estado embrionario.
Porque recordemos que los miembros de la policía bonaerense depuestos de sus cargos ya estaban sumariados. No fue un trabajo que hizo Arslanian.
Él, simplemente, los sacó de sus cargos. Lo cual no es un dato menor y es lo que lo lleva a no reconocer que no son una minoría los apartados vinculados al crimen organizado que también se empeña en ignorar.
Sucede, que si reconociera el mal manejo en el funcionamiento de la fuerza, no podría seguir culpando a los excluidos de la inseguridad. Esto significaría, exponer su herramienta de batalla al inminente desvanecimiento.
Los pobres, dejarían de serle funcionales a sus elementales respuestas.
El hartazgo de la oposición
Otra de sus características es su precariedad discursiva basada en respuestas evasivas y constantes manifestaciones de hartazgo contra Blumberg.
Blumberg, un extraño sujeto erigido como líder social luego del asesinato de su hijo que fue perdiendo legitimidad por razones que trascienden su carencia de título de ingeniero. Cuestiones que tienen que ver, en gran medida, con una atroz carencia de elementos políticos sustentables para ser gobernador de un territorio tan grande y conflictivo en todas sus esferas.
No obstante, la negativa de Blumberg contra Arslanian no es caprichosa. Es controvertida y traspasa los límites de ambos.
Tanto es así, que por estos días declaró que el ministro debería visitar un psiquiatra.
Es decir, Blumberg es una pieza más dentro del tablero de la oposición que agota la paciencia de un Arslanian que sobrestimó sus capacidades cuando intentó arrojar algo de luz a la desaparición de Jorge Julio López en el programa de Mirtha Legrand.
El tercer pasajero
En el largo camino de las incoherencias, la sociedad argentina puede encontrarse con cualquier cosa. A punto tal, de someterse a las torpezas y a los desequilibrios que produce la ansiedad por el poder; la gloria de los cargos obtenidos y por obtener.
Hombres y mujeres en una disputa por un poder que les resulta injusto porque no les pertenece. Ilimitados al momento de conseguirlo, utilizan todo tipo de estrategias. Hasta las más bajas. Se valen, si es necesario, del no saber de los que no leyeron a ciertos autores muy renombrados pero que al mismo tiempo pertenecen a círculos más intelectuales.
De ese modo, se dedican a deformar teorías.
Los primeros pasajeros reconocidos en el blog, Alberto Rodríguez Saá y Elisa Carrió.
Hoy, se suma el tercer pasajero al tren de la errática divulgación. León Arslanian.
Mientras el primero se dedicó a difundir la mala interpretación de Noam Chomsky, la segunda, impartió la distorsión del pacto social y los escritos de Hannah Arendt.
Sin embargo, a este tren le faltaba otro vagón. Y quien ahora lo ocupa es el ministro.
Un ministro que deteriora horriblemente aquella tradicional pero ya inconsistente lucha de clases tratada por Marx y Gramsci en sus respectivos momentos.
Lucha de clases que hoy se traduce con más precisión en antagonismos.
Ahora bien, en su imaginario, Arslanian traslada esa lucha a la Provincia que contribuyó a destrozar. Entonces, considera, extrañamente, que “en la violencia hay una lucha de clases entre excluidos y no excluidos.”
Una contradicción notoria y una incoherencia relevante si se realiza una lectura en profundidad de su discurso. Es decir, en reiteradas oportunidades Arslanian dijo que la pobreza es la causal de la inseguridad. Estimó que en los barrios cerrados y countrys los episodios de violencia sucedidos fueron aislados.
En rasgos generales, se dedicó durante su gestión a subestimar a todas las clases sociales. A algunas, desestimando sus denuncias y a otras, haciéndolas responsables de la barbarie que nos envuelve.
El juego de las palabras
En la misma entrevista realizada por Jorge Fontevecchia, Arslanian llevó adelante un juego de palabras que podría calificarse como inteligente, haciéndole honor a la astucia de su razón. No obstante, la mezcla ilimitada de demasiados términos cuantitativos y cualitativos tiene como destino inexorable, la caducidad de la idea.
“La pobreza nunca puede ser fuente de delito. La inequidad es un problema generador de violencia (…)”
Una frase que no condice con anteriores declaraciones de esta misma persona.
La explicación de la tragedia que nos azota termina siendo, otra vez, una contradicción, dado que a pesar de las distinciones que puedan hacerse, la pobreza siempre genera exclusión, dado que por falta de recursos no se puede acceder a lo que otras personas no excluidas acceden.
Inequidad que produce exclusión.
Tres lados de un triángulo utilizado por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires para crear absurdas confusiones. Inequidad, pobreza y exclusión ubicadas en cada uno de sus vértices.
El que viene; Scioli
Ellos se irán. Solá y Arslanian. Llegará Scioli, el deportista devenido en político acomodaticio.
La herencia es una provincia colapsada en todas sus esferas. Independientemente que en la gloria de la soberbia, Solá diga que entrega un provincia de pie.
A sus habitantes, la situación que más les preocupa es la de la inseguridad. Aquella que los ha convertido en desamparados y olvidados.
Rehenes de quienes manejaron durante años los hilos del poder en el avasallador territorio.
El gobernador electo que asumirá el 10 de diciembre, calificado por Arslanian como un sujeto trabajador, deberá exponer en la acción todo lo que expresó en la retórica. Tendrá que poner a prueba ese “vasto conocimiento” del cual se jacta. Y como acertadamente dijo el ministro que se va: “en la cancha se ven los pingos.”
Durante toda su campaña, Scioli intentó ser el mejor alumno de Cristina. Empeñado en crear un clima de extrema armonía evangelista, sus discursos versaron entre proyectos y adulaciones a la hoy electa presidente.
En un momento pareció diferenciarse de Arslanian al decir que son los pobres los que reclaman mayor seguridad pero horas después, retomó la línea de pensamiento de la contradicción con un análisis cargado de veleidades y monotonía.
Los pobres se convirtieron nuevamente en instrumentos de la banalización de los problemas.
Scioli les pide ayuda a los bonaerenses para combatir a los delincuentes, exponiéndolos más de lo que ya de por sí están. Ocurre, que el problema de la inseguridad ha recibido un trato reduccionista y autárquico.
Así fue como la debacle se aceleró. Y el ahora gobernador electo no parece tener la suficiente conciencia del estado de situación, puesto que en ninguna oportunidad realizó un análisis en profundidad sobre el narcoterrorismo.
Superador del paco, los pobres y los delitos comunes.
Narcoterrorismo es, delito a gran escala. Organizado en tácticas y estrategias que requiere de preparación específica de los funcionarios a cargo. Porque a los narcoterroristas no se los combate con la educación y el estímulo en el deporte como plantea el mejor alumno para erradicar la inseguridad.
Los narco, no son pandillas o bandas. Tampoco punteros que ponen en juego su vida para vender paco o marihuana.
En su mayoría, no son emergentes de la marginalidad. Razón por la cual, conocen el manejo básico de los modos de operación de la policía. Saben sus fisuras y apoyan la patética inocencia del que asumirá, como sinónimo de un camino que sigue estando abierto para el deporte que mejor saben practicar, el del crimen organizado.
Entonces, mientras Arslanian se encargó de vender simulacros, Scioli, antes de asumir, se encarga de vender, por su aparente incapacidad en el tema, prosperidad a los delincuentes.

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