Síndrome de Funes

Frente a la opacidad de la derrota, algunos integrantes de la caricatura de Potrero de Funes apelan al fraude.
Varieté de lo que dejaron las elecciones.
Varieté
La campaña electoral se caracterizó, fundamentalmente, por sus incoherencias.
Los candidatos llevaron adelante un tour mediático en el que sobresalían las críticas y no las propuestas. En algunos casos porque no las tenían y en otros, porque no sabían explicarlas como consecuencia de la segmentación del conocimiento.
Un panorama político que se veía con mayor claridad entre los candidatos a gobernador por la Provincia de Buenos Aires. Quienes estaban en una especie de panóptico custodiado por una mirada social cansada y aterrada por la inseguridad que los azota. Bonaerenses sometidos a los improperios y a las tristes definiciones de sensación que siempre supo brindar Arslanian. Con esta actitud y ante la negación de otros ministros, la violencia se fue propagando para copar todas las esferas de la vida poniendo en peligro, aún más, el orden social.
El auge del narcotráfico y el estado embrionario de maras que encontró su principal antesala en la Matanza, son dos preocupaciones que se atendieron y atienden con parcialidad, dado que, por un lado, solo se habla de la relación del paco con la pobreza y por el otro, se desconoce jactanciosamente la propagación de las maras en el continente.
Como si nuestro país, estuviese inmunizado a padecer dicha problemática.
Finalmente, el gobernador electo fue el lumpen de la política argentina. El que se ha encargado de acomodarse en todos los gobiernos. Scioli, el alumno que quiso rendir el mejor examen delante de la presidente electa.
Meses que versaron, desde el oficialismo, entre discursos en los que se notaban las carencias y algunos histrionismos vinculados a la demagogia.
A la funcionalidad de las falsas promesas para coptar votos.
Fallo, como el de Von Wernich, programado en fecha.
Alianzas y distanciamientos en medio de la campaña a cargo de un Mauricio Macri absolutamente perdido en el campo político. Así lo demuestran sus contradicciones y sus apoyaturas maleables. Como la que lastimosamente le otorgó a López Murphy.
Que sí, que no, que sí, que no, que sí, fue la infantil, al mismo tiempo que perjudicial forma que encontró el jefe de gobierno electo al momento de dar su respaldo.
Pero como no todo está perdido, existió un abanico de políticos preparados y de carrera. El problema, fue que tuvieron que soportar el ninguneo de una porción insegura de la oposición. La cual se dedicó a banalizar los temas sumidos en nostálgicas estructuras de sentimiento.
Síndrome de Funes
Luego de los comicios del pasado 28 varias cosas quedaron a la vista de la sociedad argentina. Pero hay un hecho particular que merece su exclusiva lectura.
Tal como se sostuvo en el blog, Alberto Rodríguez Saá realizó la campaña presidencial envuelto en una gloria demencial de auto ubicación en el sillón de Rivadavia y sostenido en el “oasis” de San Luis.
Desgastó el pensamiento de Noam Chomsky hasta el final, conduciéndolo por el camino de la degradación de la teoría. Fue a cuanto programa de televisión pudo, exhibió su vida íntima como instrumento de campaña y hasta utilizó a su propia madre en un intento epistolar que buscaba movilizar almas aún desorientadas.
La carta a Teté podría considerarse el epílogo de una serie de incoherencias y desaciertos que tuvo su punto final pasadas las 22 horas del fatídico día clave en el cual se desmoronaban los deseos y sueños que, como buen artista, supo esculpir en su mente.
Porque el hijo de Teté así como quienes lo acompañaban, terminaron por creerse sus propios armados laberínticos, enroscados. Entonces, nada mejor que apelar al fraude para denostar, no solo a la primera, sino también a la segunda y por qué no, al tercero.
Solo ganó con amplia mayoría en San Luis y con el 85% de los votos. Con lo cual se evidencia que a los argentinos no les interesa recrear una nación puntana.
Ahora bien, como no podía decir que había ballotage y de haber habido, que ellos estaban dentro, se enarboló en la futurología del fraude. Aquel que venía anunciando iba a suceder. Lo mismo hizo el misionero Ramón Puerta en su natal Misiones.
Puerta, quien se presentó como candidato a gobernador por su provincia, sobrestimó sus capacidades y adhesiones como el señor que apela a las sensibilidades y creyó que ganaría o que al menos, obtendría el segundo lugar. Lo cierto es, que quedó tercero. Y ante eso, nada mejor que pedir abrir las urnas, manifestando la falta de transparencia. Para el señor misionero, también hubo fraude.
Ambos, Albert y Ramon, evidencian ser portadores del síndrome de Funes. Síndrome contraído en la “Cumbre” del peronismo disidente realizada hace tiempo en Potrero de Funes.
Consiste, este mal, en impedirle al cerebro almacenar cualquier otro tipo de información que no sea la de fraude y verdaderos peronistas.
Fraude, para justificar sus falencias. Para no asumir que a estas alturas, el peronismo del escudo, no le importa a nadie. Y no recuperará la debida importancia si los que se dicen sus representantes adoptan posturas que solo confunden a una ciudadanía ya bastante confundida.
“Cuestión de peso”
En esta campaña en la que la mayoría se consagraba ganador, el tema de las tentaciones y la ansiedad tiene su lugar.
Si no fuese porque la señora electa como presidente no hiciese sus cotidianas caminatas y correspondientes ejercicios, tal vez hubiese corrido la misma suerte de otros candidatos. Pero su coquetería pudo más.
Mientras desconocía los problemas étnicos y culturales por los que atraviesan nuestras culturas originarias, continuaba con sus rutinas estéticas. Además de con una estricta dieta.
En cambio, la suerte de Elisa Carrió, Jorge Macri y Héctor Maya fue otra.
Mientras la primera comenzó a volverse más potente en una recuperación de kilos perdidos, quizás por mera ansiedad, Jorge Macri continuó con su tendencia sostenida al aumento de volumen y el domingo por la noche se lo pudo ver en su bunker con unos interesantes flotadores. Porque Macri primo y De Narváez no fueron los elegidos para gobernar la barbarie de la Provincia de Buenos Aires. Sin embargo, con los flotadores pronunciados que el señor del PRO adquirió, ambos podrían hacer una recorrida marítima para colaborar, como dijeron, con la gestión del alumno electo Scioli.
Hacer, un par de brazadas, en un día en el que mar esté bravo para poner a prueba la fortaleza de lo acumulado durante estos meses.
Por otra parte, tenemos a Héctor Maya, vicepresidente del portador del síndrome de Funes con contagio parcial del mismo.
Con el chip de San Luis, éste entrerriano transitó la campaña adorando a su presidente. Creó, al igual que Puerta en lo de Mirtha Legrand, un clima idílico con el puntano.
Y tal como a veces sucede, con el renacer de la admiración, emerge pues, la pasión por lo dulce. Por lo calórico. Y las consecuencias se encuentran en las voluptuosas panzas que nunca dejan de ser simpáticas y las mejillas más hinchadas que de costumbre.
Pero a no preocuparse. Todo tiene una solución. Si lo desean, todos podrán encontrar la misma en el programa de Andrea Politti que se emite por Canal 13. “Cuestión de Peso” y bajo el control del excelso Doctor Alberto Cormillot.
Porque si algo más quedó de la campaña y las posteriores elecciones, fueron los resabios de los postres.

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