El colapso del PBI de Argentina, la “gloria” de Arslanian y la asignación de recursos humanos.
El PBI de Argentina
En el marco de una Argentina colapsada, el problema de inseguridad requiere de una resolución urgente. La cual, por supuesto, implica dinero.
El PBI de la Argentina, compuesto por la Capital Federal, la Provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza es un caos. La violencia no cesa y algunas de estas provincias solicitan la intervención de la gendarmería.
Cuando lo cierto es, que no está capacitada para resolver el conflicto creciente.
La gendarmería solo está preparada para el control del contrabando y como grupo antidisturbios. Más, no se le puede pedir.
Razón por la cual, es necesario tomar otras medidas.
Porque si bien es cierto que alcanzar el delito cero es prácticamente una utopía, también es cierto que evitando su selectividad, el mismo se puede correr.
Es decir, atender todos los delitos. Por ejemplo, desde el robo de una cartera hasta un asalto y homicidio.
Todo es importante y la atención a ese todo despierta la confianza de la ciudadanía en las fuerzas que deben salvaguardar la integridad física de los habitantes.
La “gloria” de Arslanian
Si hay algo de lo que el ministro de seguridad de la Provincia de Buenos Aires se jacta, es del despido de un número muy importante de efectivos.
Envuelto en su demencial “gloria”, Arslanian, uno de los integrantes de los negadores compulsivos junto a Solá y Aníbal Fernández, se sobrestima en su imaginario. Lo cual, hace que olvide declarar públicamente, que todos aquellos efectivos apartados de la fuerza, estaban sumariados desde hacía aproximadamente siete años. Y no fueron repuestos en su totalidad como para cubrir todas las áreas del conurbano.
Entonces, la claridad en esta instancia se vuelve una condición sine qua non que tiene que ver con que lo único que hizo este señor fue tomar todos los sumarios y comenzar a despedir. Solo eso.
No realizó como dice, una exhaustiva investigación del lumpen existente en la bonaerense.
Cambio de paisaje
El paisaje de la provincia ha cambiado como también se ha metamorfoseado en la capital. Sucede que en la primera, la transformación es más notoria por el crecimiento en la edificación de barrios cerrados y countrys. Espacios, que en un primer momento se presentaban como de máxima seguridad. Lugares impenetrables hasta que el delito pudo más y comenzó a ejercer su poder.
Habitantes permanentes y móviles. Estos últimos, propios de los espacios antes mencionados se encuentran envueltos en la inseguridad que nos cobija.
Muertes dudosas y robos comenzaron a sucederse en los círculos cerrados convertidos en pequeños pueblos ciudades. Hasta con colegios algunos de ellos.
Hoy, nadie está exento y los delincuentes cada vez, están más organizados.
La abulia de los gobiernos así como el desconocimiento y la ignorancia voluntaria les han sido funcionales para prepararse en sus tácticas y estrategias. Para consagrarse en la logística y sobrepasar las medidas de seguridad que podían instalarse.
Recursos, costos y silencio
En algunos lugares de la zona norte el índice de delito sería muy bajo.
Un número al que se llega por la capacidad de ciertos comisarios que saben como asignar debidamente los recursos humanos disponibles.
El entrecruzamiento de patrulleros es una de las tantas formas de prevenir el delito. Lo mismo que las caminatas por las distintas calles.
Cercar a los delincuentes potenciales y atrapar a los que dejaron de ser solo una amenaza.
Sin embargo, eso no alcanza para estar mejor y seguros. Es necesario que las autoridades gubernamentales tomen conciencia y no subestimen a la población atribuyendo la inseguridad solo a la pobreza y la exclusión social.
Ahora bien, mientras que en otros países del mundo los costos de la seguridad tienen que ver con la inversión en esta materia, en nuestro país, los costos son humanos.
Cotidianamente, los crímenes en la Provincia de Buenos Aires se vuelven protagonistas de la historia a la que asisten los bonaerenses.
Una historia de atrapados y olvidados.
Hace dos fines de semana atrás, Lomas de Zamora se convirtió en un espacio de impunidad signado por el silencio. Aquel que parecía legitimar la barbarie producida, ya que nueve homicidios se cometieron y ninguno de ellos fue mediatizado.
Un estado de situación caótico que busca ocultarse para no reconocer el descalabro existente en materia de seguridad. Porque el pánico colectivo ya existe.
El estado embrionario de maras, poco a poco, cobra forma. Tenemos antecedentes en La Matanza y también, hay síntomas en Rosario. (Ver nota Cerca del estallido)
Por tales motivos, la necesidad de revertir la situación vigente es urgente, lo mismo que la prevención. Que la potencialidad del fenómeno centroamericano en propagación no se materialice.
En la mira están los menores que buscan ser coptados por pandillas para luego convertirlos en verdaderos representantes del crimen organizado.
El camino es comenzar como pandilla y terminar, en la medida de lo posible y bajo la premisa de acumulación de poder, como una verdadera mara.
El PBI de Argentina
En el marco de una Argentina colapsada, el problema de inseguridad requiere de una resolución urgente. La cual, por supuesto, implica dinero.
El PBI de la Argentina, compuesto por la Capital Federal, la Provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza es un caos. La violencia no cesa y algunas de estas provincias solicitan la intervención de la gendarmería.
Cuando lo cierto es, que no está capacitada para resolver el conflicto creciente.
La gendarmería solo está preparada para el control del contrabando y como grupo antidisturbios. Más, no se le puede pedir.
Razón por la cual, es necesario tomar otras medidas.
Porque si bien es cierto que alcanzar el delito cero es prácticamente una utopía, también es cierto que evitando su selectividad, el mismo se puede correr.
Es decir, atender todos los delitos. Por ejemplo, desde el robo de una cartera hasta un asalto y homicidio.
Todo es importante y la atención a ese todo despierta la confianza de la ciudadanía en las fuerzas que deben salvaguardar la integridad física de los habitantes.
La “gloria” de Arslanian
Si hay algo de lo que el ministro de seguridad de la Provincia de Buenos Aires se jacta, es del despido de un número muy importante de efectivos.
Envuelto en su demencial “gloria”, Arslanian, uno de los integrantes de los negadores compulsivos junto a Solá y Aníbal Fernández, se sobrestima en su imaginario. Lo cual, hace que olvide declarar públicamente, que todos aquellos efectivos apartados de la fuerza, estaban sumariados desde hacía aproximadamente siete años. Y no fueron repuestos en su totalidad como para cubrir todas las áreas del conurbano.
Entonces, la claridad en esta instancia se vuelve una condición sine qua non que tiene que ver con que lo único que hizo este señor fue tomar todos los sumarios y comenzar a despedir. Solo eso.
No realizó como dice, una exhaustiva investigación del lumpen existente en la bonaerense.
Cambio de paisaje
El paisaje de la provincia ha cambiado como también se ha metamorfoseado en la capital. Sucede que en la primera, la transformación es más notoria por el crecimiento en la edificación de barrios cerrados y countrys. Espacios, que en un primer momento se presentaban como de máxima seguridad. Lugares impenetrables hasta que el delito pudo más y comenzó a ejercer su poder.
Habitantes permanentes y móviles. Estos últimos, propios de los espacios antes mencionados se encuentran envueltos en la inseguridad que nos cobija.
Muertes dudosas y robos comenzaron a sucederse en los círculos cerrados convertidos en pequeños pueblos ciudades. Hasta con colegios algunos de ellos.
Hoy, nadie está exento y los delincuentes cada vez, están más organizados.
La abulia de los gobiernos así como el desconocimiento y la ignorancia voluntaria les han sido funcionales para prepararse en sus tácticas y estrategias. Para consagrarse en la logística y sobrepasar las medidas de seguridad que podían instalarse.
Recursos, costos y silencio
En algunos lugares de la zona norte el índice de delito sería muy bajo.
Un número al que se llega por la capacidad de ciertos comisarios que saben como asignar debidamente los recursos humanos disponibles.
El entrecruzamiento de patrulleros es una de las tantas formas de prevenir el delito. Lo mismo que las caminatas por las distintas calles.
Cercar a los delincuentes potenciales y atrapar a los que dejaron de ser solo una amenaza.
Sin embargo, eso no alcanza para estar mejor y seguros. Es necesario que las autoridades gubernamentales tomen conciencia y no subestimen a la población atribuyendo la inseguridad solo a la pobreza y la exclusión social.
Ahora bien, mientras que en otros países del mundo los costos de la seguridad tienen que ver con la inversión en esta materia, en nuestro país, los costos son humanos.
Cotidianamente, los crímenes en la Provincia de Buenos Aires se vuelven protagonistas de la historia a la que asisten los bonaerenses.
Una historia de atrapados y olvidados.
Hace dos fines de semana atrás, Lomas de Zamora se convirtió en un espacio de impunidad signado por el silencio. Aquel que parecía legitimar la barbarie producida, ya que nueve homicidios se cometieron y ninguno de ellos fue mediatizado.
Un estado de situación caótico que busca ocultarse para no reconocer el descalabro existente en materia de seguridad. Porque el pánico colectivo ya existe.
El estado embrionario de maras, poco a poco, cobra forma. Tenemos antecedentes en La Matanza y también, hay síntomas en Rosario. (Ver nota Cerca del estallido)
Por tales motivos, la necesidad de revertir la situación vigente es urgente, lo mismo que la prevención. Que la potencialidad del fenómeno centroamericano en propagación no se materialice.
En la mira están los menores que buscan ser coptados por pandillas para luego convertirlos en verdaderos representantes del crimen organizado.
El camino es comenzar como pandilla y terminar, en la medida de lo posible y bajo la premisa de acumulación de poder, como una verdadera mara.
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