Cerca del estallido

Por la banalización de los temas la inseguridad se incrementa y los delincuentes se sienten invitados.
Las primeras señales de las maras en Rosario.
El problema de las Maras en Centroamérica así como su sigiloso pero contundente avance en Argentina cobra mayor importancia.
Las señales acerca de la materialización del estado embrionario de maras en nuestro país es una situación que se ha tratado y anunciado desde hace tiempo en el blog. Más allá de eso, la falta de conciencia de los encargados en salvaguardar a los ciudadanos es alarmante, lo mismo que la falta de conocimiento que nuestros medios de comunicación manifiestan sobre el tema.
No obstante, todos hablan sobre la inseguridad que nos envuelve.
Realizan diagnósticos, critican e intentan imponer teorías. Mientras el oficialismo sella la barbarie culpabilizando a los pobres; la oposición cuestiona el accionar de Solá, Aníbal Fernández y Arslanian.
Tres compulsivos negadores de la Provincia de Buenos Aires que no aceptan que el fenómeno de las maras incursiona en el paisaje del Conurbano Bonaerense.
Parecen negarse a bucear en el tema. Y tal vez, la clave esté, en que reconocer esta situación implica entender que el caos existente nunca puede tener una respuesta selectiva. Un razonamiento precario y parcial.
Porque la inseguridad a la que asistimos ha trascendido los niveles de pobreza que pueden acarrear ilícitos.
Argentina atraviesa por un estado en el que se combinan pandillas con grupos organizados que revelan signos de sofisticadas tácticas y estrategias.
No hay una sola cosa o hecho que desate la violencia. La violencia está instalada en las distintas esferas sociales y por diversos grupos.
En su momento se habló de la primera clica de la Mara Salvatrucha en La Matanza que se cobró la vida de Eugenia Ledesma.
Hoy nos trasladamos a Rosario y observamos un panorama que nos acerca temerosamente al mundo de las pandillas. Aquellas que seguramente con el tiempo, querrán cobrar mayores espacios de poder para trascender el barrio y formar un grupo a gran escala de organización criminal.
Por un lado, “La Fabela” y por el otro, “Los Ninios Populares.”
Con estos nombres se presentan las pandillas rivales que van al choque constantemente. Estas bandas de adolescentes tiene como modalidad el manejo de internet para intercambiar amenazas. Por lo menos, así lo revela una nota publicada hace un par de semanas atrás el Diario La Capital de Rosario.
Ambas pandillas estarían compuestas por chicos que asisten a la escuela pero que tienen formas de actuar, pensar y sentir violentas.
Entre pintadas, golpes y una competencia que tiene que ver con una rivalidad entre integrantes de colegios, estos chicos tienen como medio de expresión los avances de la tecnología. Es por ello que se manejan con computadores.
Desde blogs, fotologs y otros espacios acuerdan lugares de encuentro y elucubran venganzas.
Un estado de situación que pone en alerta a la sociedad rosarina y que requiere de la inmediata atención de las autoridades. Porque los integrantes de la fabela tienen como lema “LA FAVELA MANDA.” Y los otros, no se quedan atrás. Arremeten y buscan posicionarse en el lugar que ellos consideran superior, el del dominio.
Todo ello, revela que Argentina es un caos. El colapso del que somos actores y espectadores nos devora como sociedad. Como país.
La ignorancia voluntaria y el desconocimiento al que nos someten los funcionarios abúlicos y retardatarios que están en el poder profundizan la problemática de la inseguridad. Se invita, mediante la banalización de los temas, a seguir por una debacle que nos conducirá a un estallido que cada vez está más cerca.
Cuando se habla o escribe de las maras, los investigadores y los periodistas, lo hacen como si fuese una situación lejana. Privativa del resto del continente.
Se empeñan en demostrar que Argentina está inmunizada. Cuando en realidad, nuestra exposición es brutal.
Mientras tanto, los países en los que las maras están declaradas desde hace tiempo, encaran diversos planes de erradicación y regeneración de las mismas.
Pero hasta el momento los resultados no son los esperados.
El panorama callejero y fronterizo centroamericano tiene como protagonistas a las maras y a las pandillas.
La lucha por el demonio del territorio y los barrios. La sangre derramada por el control de las fronteras que implica a su vez, el control del narcotráfico.
El continente enfrenta serios problemas políticos, sociales, económicos, educativos y de convivencia.
La violencia urbana no cesa.
Y la división entre campo y ciudad, en materia de inseguridad, es prácticamente inexistente.

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